viernes, 9 de octubre de 2009

SOLEDAD

Se traspapelaron los conceptos. Los parámetros se comprimieron en un día a día de absurdos. La soledad claustrofóbica de angustia y desdén, sólo grita a voces sin parar anhelando la compañía de un segundo, rindiendo plegarias infortuitas, clamando un sentido... porque tú eres el sentido... y los parámetros no existen. A una mujer hecha fortaleza de nada le sirven plegarias llenas de infortunios... a ti no te sirven.
Comenta a los cielos tu añoranza y te responderán con un soplido sensible de soledad; reza a un ciervo lleno de fé dentro de cuatro paredes blancas y te contestará la soledad; grita... y te perderás en el sonido de tu voz añorando tu deseo con la respuesta del vacio hecho soledad.
Te escuchas... ella te escucha y sin entender, se doblega al pensar que la reprochas tanto, que la sufres y la adhieres a la tristeza... Caminala, llévatela a la cama, juega con ella, no te consumas en el bosque de concreto y parámetros establecidos... vívela para que comiences a vivirte a ti.

lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Recuerdas una vez que te dije que te quería?

¿Recuerdas una vez que dije que te quería?
Y mi voz se convirtió en el grito de miles. Sonaba como un estallido en el espacio. Tenía melodía y no pensaba en callar. Se me plasmo en frente la valentía y el coraje, me sentí una heroína librando mil batallas sin escudo, sólo con mi espada hecha palabra, hecha frase: te quiero.
En vez de sentirme conquistada me sentí conquistadora, me sentí grande, libre, como si hubiera descubierto un continente entero pise tierra desconocida y plante mi bandera de una palabra, en una frase.
Sin imaginar nada, mi vida se concentró en ese momento, mi sangre se convirtió en verso fluyente y mis venas en sílabas. Se postergaron los después. El tiempo cómplice de mi aventura verbal se escondió para que no lo vieran y se quedo allí, sin moverse.
Se alternaron mis prioridades, se mezclaron los vientos. El Este y el Oeste se encontraron en un centro clamado de atención, tú. Te reverencié hasta morir como a un príncipe al despertar, te devolví mi cetro de reinado cubierto de orgullo, lo puse a tus pies, me arrodillé y con mis ojos hacia ti espere tu aliento en mi rostro ¡Dios cómo lo espere!
Llovió en gotas mi vida sobre ti. Me hice y me deshice, me arme y me desarme, suplique un gesto, suplique una reacción pero todo se inmovilizó, hasta tú.

Tu rostro plasmado en un cuadro cual naturaleza muerta se me deslizo en la mirada, me atropelló de un soplido y yo, remolino de emociones, me sentí triste, desvalida pero feliz y plena, al saber que con una palabra, una frase, te hipnoticé tanto que no hubo respuesta, tanto como para desaparecerte.