¿Recuerdas una vez que dije que te quería?
Y mi voz se convirtió en el grito de miles. Sonaba como un estallido en el espacio. Tenía melodía y no pensaba en callar. Se me plasmo en frente la valentía y el coraje, me sentí una heroína librando mil batallas sin escudo, sólo con mi espada hecha palabra, hecha frase: te quiero.
En vez de sentirme conquistada me sentí conquistadora, me sentí grande, libre, como si hubiera descubierto un continente entero pise tierra desconocida y plante mi bandera de una palabra, en una frase.
En vez de sentirme conquistada me sentí conquistadora, me sentí grande, libre, como si hubiera descubierto un continente entero pise tierra desconocida y plante mi bandera de una palabra, en una frase.
Sin imaginar nada, mi vida se concentró en ese momento, mi sangre se convirtió en verso fluyente y mis venas en sílabas. Se postergaron los después. El tiempo cómplice de mi aventura verbal se escondió para que no lo vieran y se quedo allí, sin moverse.
Se alternaron mis prioridades, se mezclaron los vientos. El Este y el Oeste se encontraron en un centro clamado de atención, tú. Te reverencié hasta morir como a un príncipe al despertar, te devolví mi cetro de reinado cubierto de orgullo, lo puse a tus pies, me arrodillé y con mis ojos hacia ti espere tu aliento en mi rostro ¡Dios cómo lo espere!
Llovió en gotas mi vida sobre ti. Me hice y me deshice, me arme y me desarme, suplique un gesto, suplique una reacción pero todo se inmovilizó, hasta tú.
Tu rostro plasmado en un cuadro cual naturaleza muerta se me deslizo en la mirada, me atropelló de un soplido y yo, remolino de emociones, me sentí triste, desvalida pero feliz y plena, al saber que con una palabra, una frase, te hipnoticé tanto que no hubo respuesta, tanto como para desaparecerte.
Se alternaron mis prioridades, se mezclaron los vientos. El Este y el Oeste se encontraron en un centro clamado de atención, tú. Te reverencié hasta morir como a un príncipe al despertar, te devolví mi cetro de reinado cubierto de orgullo, lo puse a tus pies, me arrodillé y con mis ojos hacia ti espere tu aliento en mi rostro ¡Dios cómo lo espere!
Llovió en gotas mi vida sobre ti. Me hice y me deshice, me arme y me desarme, suplique un gesto, suplique una reacción pero todo se inmovilizó, hasta tú.
Tu rostro plasmado en un cuadro cual naturaleza muerta se me deslizo en la mirada, me atropelló de un soplido y yo, remolino de emociones, me sentí triste, desvalida pero feliz y plena, al saber que con una palabra, una frase, te hipnoticé tanto que no hubo respuesta, tanto como para desaparecerte.
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