Desde
muchos
lugares
se
postulan
tesis
sobre
la
forma
de
ser
del
venezolano,
por
lo
visto,
es
un
tema
que
de
forma
preocupante
ocupa
los
principales
puestos
en
el
eterno
lamento
de
la
pregunta:
por
qué
somos
cómo
somos?
Sin
embargo,
los
lugares
que
ocupan
muchas
opiniones
logran
como
exacerbarse
complejos
y
lamentos,
o
bien
de
mitificaciones
e
intentos
de
reivindicar
al
venezolano.
La
verdad
es,
que
ninguna
de
las
posturas
nos
permite
“aprehendernos”
o
si
bien,
entendernos
para
así
reconocer
lo
que
realmente
nos
falla
o...
¿realmente
nos
falla
algo?.
A
simple
vista
la
respuesta
es:
SÍ
y
con
mayúscula,
sólo
tenemos
que
ver
como
a
lo
largo
de
los
anos
nuestra
sociedad
ha
intentado
disminuir
la
pobreza,
la
corrupción,
la
violencia,
la
delincuencia,
las
crisis
económicas,
el
alto
costo
de
la
vida
y
pare
usted
de
contar;
intentos
que
todavía
se
mantienen
y
que
no
arrojan
sino
resultados
nefastos
para
muchos
y
para
otros,
los
más
resignados
o
conformes,
“todavía,
ahora,
estamos
en
proceso”.
Nuestra
cultura como sociedad, por lo tanto se ha vuelto el objeto de
principal estudio en el campo de las ciencias sociales, derogando
conclusiones desde los más sofisticados análisis que la
hermenéutica moderna puede ofrecer, con la clara intención de
otorgarnos algunas veces una salida así como los porqués esbozados
en un supuesto espejo que refleja a su más pleno origen: el
venezolano; y desde las explicaciones más profundas que van de lo
histórico pasando por lo psicológico, lo social, lo cultural, lo
económico hasta a cómo han sido nuestras relaciones e influencias
con otros países, las conclusiones no son menos desalentadoras que
los motivos por lo cuales se hacen esos estudios, todo casi siempre
termina por diagnosticar tal como si fuéramos un paciente
metastásico que somos flojos, facilistas, poco serios, tramposos,
despreocupados, desorganizados y lo más grave aún, poco
nacionalistas. Lo más impresionante, es que estas “conclusiones”
parecieran encontrarse ya enraizadas en el colectivo en general, sin
diferenciar condición social, género o edad todo el mundo se
considera así mismo, así, claro hablando siempre en tercera
persona: “el venezolano es flojo”, “el venezolano no le gusta
trabajar”, “el venezolano quiero que todo se lo regalen”.
Imagino que estos comentarios u opiniones se realizan en tercera
persona para crear un distanciamiento quizás puesto por el orgullo o
dignidad (no lo sé) de no permitirnos decir un “yo soy” que
tajantemente nos defina y nos exponga, pero de verdad es por esta
razón? O es que en el fondo sólo repetimos como loros lo que los
demás dicen, producto de una frustración de no lograr lo que
supuestamente deberíamos lograr como sociedad pero no nos
identificamos desde nuestro “yo” con dichos comentarios?
En
una
reunión
programada
por
un
ente
político
con
la
“finalidad”
de
darle
la
oportunidad
a
los
representantes
de
varias
comunidades
del
país
para
que
expusieran
sus
problemas
ambientales,
la
moderadora
(psicóloga,
activista
política,
coordinadora
de
programas
sociales,
etc,
etc,
etc;
imagino
que
en
forma
de
ejemplo
“motivador”),
comenta
que
en
Suiza
hicieron
una
consulta
para
preguntarle
a
la
gente
si
querían
más
días
de
vacaciones
colectivas
a
lo
cual
respondieron
que
no
y
agrega
“imaginen
que
eso
lo
hagan
aquí,
más
bien
el
venezolano
seguiría
pidiendo
más
días
de
vacaciones
porque
somos
flojos,
eso
es
lo
que
tenemos
que
evitar”
(no
fueron
sus
palabras
textuales
pero
si
el
contenido
del
mensaje).
Dicho
ejemplo
se
lo
expuso
a
un
público
de
venezolanos
que
habían
viajado
hasta
más
de
20
horas
en
autobús
para
llegar
al
encuentro
con
sus
respectivas
presentaciones
hechas
en
power
point
desde
Delta
Amacuro,
Amazonas,
Trujillo,
Lara,
Yaracuy
y
otros
estados,
algunos
que
estuvieron
desde
las
7
de
la
manana
y
el
evento
comenzó
a
las
11
sólo
con
la
firme
intención
de
ser
escuchados
y
la
voluntad
de
querer
mejorar
su
país
y
su
entorno...
pero,
“somos
flojos,
eso
es
lo
que
tenemos
que
evitar”.
Al
son
de
estas
palabras
esas
personas,
venezolanos
todos,
escuchaban
atentos
y
se
mantuvieron
en
forma
receptiva
sin
emitir
ningún
tipo
de
acción
o
comentario
hasta
el
final
que
se
le
dio
las
gracias
por
su
asistencia,
su
participación
en
las
mesas
de
trabajo
para
la
realización
de
propuestas
(estamos
en
ano
electoral,
hay
que
dar
ideas)
y
las
palabras
de
que
bien
había
quedado
todo.
Se
destaca
así
la
ligereza
con
que
hemos
aprendido
a
nombrarnos
a
nosotros
mismos,
una
ligereza
que
va
desde
los
despectivo
y
termina
con
lo
más
despectivo
para
al
final
llegar
a
la
condolencia
de
lo
que
es
nuestra
venezolaneidad.
Rafael
Carias
en
su
libro
¿Quiénes
somos
los
venezolanos?
Da
fe
desde
la
academia
de
los
adjetivos
anteriormente
mencionados
donde
si
bien
es
cierto
que
podemos
identificarnos
con
algunas
cosas
desde
lo
personal,
es
punzante
el
degradado
que
tiene
el
tinte
de
dichas
palabras,
condenatorias
y
con
el
tras
fondo
del
porqué
no
somos
como
los
europeos
o
cualquiera
que
sea,
menos
nosotros.
Sin
embargo no todo se queda allí. Como investigador surge entonces la
inquietud de poner en tela de juicio esa ligereza con la que
utilizamos adjetivos y verbos para nombrarnos (siempre desde una
tercera persona) construyendo así puras aspiraciones y no realidades
concretas desde un lugar propio. Alejandro Moreno, fundador del CIP
(Centro de Investigaciones Populares) ha realizado estudios en torno
a nuestra sociedad popular, donde se destacan elementos importantes
que a consideración, destacan una nueva visión en torno a nuestros
comportamientos como venezolanos. A través de los cuales surgen
elementos que si bien son rescatados en otras investigaciones como
las realizadas por Universidad Católica Andrés Bello como el caso
de la matricentralidad, dan enfoque más concienzudo acerca de no
sólo el porqué somos como somos sino sobre las particularidades que
nos diferencian de otras sociedades y lo más importante, la
comprensión de que esas particularidades no deberían hacernos
sentir que nuestra sociedad está equivocada y que deberíamos ser
como otras.
La
familia en las investigaciones de Moreno, son el centro de estudio ya
que dentro de ella “se abre, así, como espacio de manifestación
de todo un mundo, el mundo de vida del pueblo venezolano, y de todo
un ánthropos, el lugar en el que se revela de manera eminente el
hombre venezolano en su eidos, su propia manera de existir en el
mundo” (Montero, 2008, 116). Por lo tanto hablar de la familia
venezolana como disfuncional conlleva a determinismos que desde el
propio lenguaje nos condicionan y nos enmarcan en la negatividad de
nuestro propio ser como pueblo. El comportamiento del venezolano se
encuentra entonces definido por su forma de vivir y convivir con los
demás en el núcleo familiar y en ese convivir, lo afectivo juega un
papel determinante no sólo en como nos relacionamos con las personas
más allegadas sino incluso en cómo regimos nuestras instituciones.
Reconocer que el venezolano da preponderancia a los vínculos
afectivos, implica darle peso a la subjetividad y a lo no
establecido, recordemos que nuestra sociedad como producto de una
imposición occidental se maneja en términos de la preponderancia en
lo objetivo y la institución eurocéntrica como modelo, por lo cual
nuestras propias formas de comportamiento se vuelven incorrectas.
Aunque
durante
muchas
décadas
hemos
y
estamos
dándonos
golpes
contra
un
espejo,
golpes
que
vienen
desde
el
lenguaje
que
utilizamos
para
referirnos
a
nosotros
mismos
y
nuestra
necesidad
de
seguir
aspirando
cosas
que
nos
son
ajenas,
el
hablar
de
nosotros
con
todos
esos
adjetivos
descalificantes
y
comparativos
se
hace
en
tercera
persona
y
no
por
echarle
la
culpa
al
otro,
porque
el
otro
es
igualmente
venezolano,
sino
porque
desde
nuestro
yo,
nos
rehusamos
a
identificarnos
desde
primera
persona
con
conceptos
que
no
tienen
porque
ser
reales
para
nosotros,
de
esta
forma
podemos
explicar
el
porqué
siempre
nuestro
comportamiento
es
el
mismo
a
pesar
de
las
quejas
y
los
“deberíamos”,
en
el
fondo
hay
un
reconocimiento
inconsciente
del
cómo
somos
y
de
que
nos
funciona
más
allá
de
que
aún
no
hallamos
podido
integrarlo
con
esa
“institucionalidad
correcta”
que
durante
siglos
hemos
tenido
como
modelo,
quizás
aspiramos
lo
que
vemos
en
televisión
pero
cuando
salimos
a
la
calle
nuestra
realidad
está
construida
con
un
materia
prima
propia
que
sólo
nosotros
podemos
entender,
quizás
cuando
nos
hagamos
conscientes
de
eso
podremos
establecer
nuestros
propios
modelos
y
reconocernos
a
nosotros
mismo
desde
toda
perspectiva,
claro,
es
un
proceso
largo
y
agotador
pero
no
creo
que
imposible.
Bibliografía
.-
MORENO,
Alejandro.
(2008)
¿Padre
o
madre?
Seis
estudios
sobre
la
familia
venezolana.
Caracas,
Centro
de
Investigaciones
Populares
(CIP)
.-
CARIAS,
Rafael.
¿Quiénes
somos
los
venezolanos?
Antropología
cultural
del
venezolano.
Caracas,
Editorial
Issfe
.-
Universidad
Católica
Andrés
Bello.
Detrás
de
la
pobreza.
Caracas.
Proyecto
Estudio
sobre
la
pobreza
en
Venezuela.