Un
te
quiero,
qué no
haría
con
un
te
quiero.
Me
lo
metería
en
el
bolsillo
para
darle
sentido
a
mis
ropas.
Me
acostara
con
el,
utilizándolo
de
almohada,
sábana
y
colchón.
Lo
agarraría
con
mis
labios
y
no
lo
pronunciaría
más para
que
no
se
escape,
sino
sólo
cuando
este
junto
a
ti.
miércoles, 11 de julio de 2012
viernes, 6 de julio de 2012
jueves, 5 de julio de 2012
El lienzo y el agua
"Blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos..."
Arthur Rimbaud
La imagen de Ofelia es un incesante catalizador para la creación desde la pluralidad del discurso artístico. Poesía, teatro, música, pintura...son esos discursos donde el personaje de Ofelia trasciende en todas sus dimensiones y rebasa los limites de la forma, inventándose en cada posibilidad representativa, desde la obra de Shakespeare o Muller, los colores pre-rafaelitas de Millais, el retrato de Hamilton o en la palabra poética de Rimbaud.
flota tan lentamente, recostada en sus velos..."
Arthur Rimbaud
La imagen de Ofelia es un incesante catalizador para la creación desde la pluralidad del discurso artístico. Poesía, teatro, música, pintura...son esos discursos donde el personaje de Ofelia trasciende en todas sus dimensiones y rebasa los limites de la forma, inventándose en cada posibilidad representativa, desde la obra de Shakespeare o Muller, los colores pre-rafaelitas de Millais, el retrato de Hamilton o en la palabra poética de Rimbaud.
Las
dimensiones de Ofelia en Hamlet, profundizan e intensifican una
imagen femenina que alcanza poéticamente niveles de creación que se
desbordan en el ejercicio de la representación artística ofreciendo
múltiples caminos al imaginario del creador. Así, es como la locura
se traduce en verdad en ella y el suicidio, muerte que acompaña el
desvelar de la razón. La sublimidad de su canto perpetuado por la
naturaleza se refugia en el agua con eterna lozanía e inmutable
melancolía.
Fantasma
efímero que
va,
se
queda,
se
aferra
a
la
forma
reinventándose una vez más. Ofelia retumba en el inconsciente
“donde
creemos
encontrar
las
verdaderas
medidas
del
ser
de
una
imagen
poética”1 que resuena y estimula el ejercicio creativo. Su resonancia rebasa
los limites de la imaginación alcanzando diversos espacios y
forjando nexos que conectan a la imagen con las vibraciones presentes
en el creador, dando así lugar a la obra. Dichas vibraciones
comienzan desde la interiorización de las dimensiones que abarcan el
imaginario conformado por Ofelia: el amor, la locura, los silencios,
las ausencias, la tragedia, el erotismo-deseo y lo fantasmático
(Márquez, 2007, 32).
La
experimentación es el ejercicio que vuelve tangible a la imagen
permitiendo conocer sus magnitudes, es decir, el alcance desde una
consciencia individual se torna una idea totalmente subjetiva y se
concreta en el discurso (Bachelard, 1993). En los confines del
inconsciente, como producto de la experiencia colectiva de nuestro
país, una sombra femenina resuena desde la sensibilidad estética y
el imaginario artístico. De esta forma, esa sombra se posa frente a
nuestros ojos en la figura trazada por el pincel del loco de Macuto.
Juanita,
personaje que forma parte de nuestra cultura venezolana, subyace en
las artes plásticas desde la imagen expuesta en el lienzo. Su forma
se difumina en los diferentes matices de la visión creadora de
Reverón, un eros que incesantemente la repite para reinventarla
desde cada pincelada. En la obra su figura se define en su forma y a
la vez, desaparece con ella. Traslúcida y clara, flota eternamente
en el lienzo como un fantasma que se repite de varias maneras pero
que que en algún momento, lo recordemos o no, vivió en el
Castillete en las costas de la Guaira. La resonancia de Ofelia
palpita en la imagen de Juanita, resuena desde lo fantasmático y el erotismo -deseo como resultado subjetivo de la experiencia que da sentido a la convergencia de estas dos imágenes. Aunque ausente en muchos discursos artísticos después de Reverón, Juanita se rescata como un referente posible para el ejercicio de la creación. Realidad y ficción que demanda versos y espacios en los cuales su imagen pueda volver a convertirse en forma.
1Bachelard. Poética del espacio, pág. 7-11
1Bachelard. Poética del espacio, pág. 7-11
Bibliografía
BACHELARD,
G. (1993) Poética
del espacio.
Bogota: Fondo de Cultural Económica.
MARQUEZ
ZERPA, M. (2007). Fantasma
y fantasmática en la novela epistolar.
Caracas. Comisión de Estudios de Posgrado, Facultad de Humanidades y
Educación – UCV.
A propósito de "Butterfly boy" de Paul Strand
Lo
conseguí un día. Parado frente a mí, me miraba con sus grandes
ojos color café. Su piel del mismo color prevalecía entre los
contornos de la imagen, que se volvió casi mi propia realidad,
durante un segundo.
Las
rodillas desnudas mostraban unos pocos rastros de tierra: la
inquietud sujeta a la inocencia inaudita de un niño. Su pequeño
gorro, junto con la seriedad de su mirada, ensayaban la ecuanimidad
de un buen muchacho… pero sus rodillas, sus pequeñas piernas
estaban allí para desmentirlo todo.
Detrás
de él, el celaje de un vehículo contextualiza: ciudad,
civilización, desarrollo, avance... la idea de que todo puede
encerrarse dentro de la racionalidad ineludible del vivir entre el
tráfico, las calles, las casas, las oficinas.
En una primera impresión, ese pedazo de auto tras la figura del niño
parece que está allí como por casualidad, pero en verdad nos
recuerda que olvidamos la cotidianidad implacable.
Sin embargo, el pequeño me mira fijamente para centrarme de nuevo en
lo que, en un segundo, se ha convertido para mí en lo más
importante: él y sus rodillas, que me devuelven a la inocencia del
juego. Él y sus brazos que no están, no se ven, se esconden tras el
saco que lleva puesto. El viento que aparece, las alas que se elevan,
y yo que me angustio ante la idea de que la imagen desaparezca, de
que en cualquier momento emprenda vuelo. Pero allí está, no se
mueve: su estatismo me tranquiliza. Sus pies se tornan fijos y
pesados, su hermoso rostro se dirige, en su plenitud, hacia mí.
La plenitud del momento me hace ansiar quedarme con él, porque me he
vuelto partícipe de lo que veo. La imagen ha cobrado vida a través
de mi lectura, y yo he podido sentir el viento que sopla su saco
incitándolo a que vuele, a que se aleje de mí. Siento cómo su
frescura y su fuerza invisible me reclaman desesperadamente que lo
deje ir. Yo lo intento, pero sus pequeños pies no se elevan. Él
sigue ahí, mirándome desde su mundo. Inevitablemente,
inexplicablemente, ya forma parte del mío.
Mentira
Tratando
de deshacerme de lo inutilizable, me volví inútil, torpe y sin
ideas. Me transformé en eco vacío, me convertí
en alfombra desechable con fecha de vencimiento, en una hora cara si
no hay o barata si hay. No hubo validez del momento, no hubo validez
por los sueños, no hubo validez en las palabras, no hubo validez en
los hechos. Se transforman los parámetros, se me acomplejan mis
complejos, me extorsionan mis propios sentimientos y me estafan mis
actos en cada momento que no pasó, que no existió, en cada momento
vacío de detalles, de significado.
Me
levante en mi cúspide hundida en el fondo de la tierra. Me levante
en la cumbre del abismo, siempre estuve en un abismo, siempre. Me
regocije de triunfos llenos de blasfemia y de una felicidad
momentánea sin razón o reconocimiento, sin nada. Los días y las
noches fueron nada. Los meses no existieron. Estuvieron en mi mente,
empujándome hacia otro día de fantasía. Una aventura que no
existió, una aventura que fue sólo eso. La mentira se me impregna
en los huesos, escucho voces en el silencio y sueño con momentos que
no fueron realidad.
Clarividente del futuro
Nubladas las
visiones de un mago del destino, un creador de momentos. La brisa con
partículas de arena violó sus ojos convirtiéndolos en imagen del
pasado detenido en el presente. Memoria inerte no prevé el
desenlace ni el fin. No toca ilusiones del futuro. Se quedó
insertado en la mínima estampa de su sombra, ni su reflejo existe.
Consciente de su estado, de su limitación, se convierte en la
victima de su desgracia.
Perseguido
por la incertidumbre y nefastos recuerdos que se quedaron sin poder
descifrarlos. Aun tratando de mantener la cordura se entrelaza
en enredaderas de frustración, muere, se desangra por el
orificio de sus ojos, desgarrados por las puntas filosas del viento.
Se quedó ciego del futuro, acorralado en el presente sin más, un
presente que se se disuelve en sus dedos limitando a su existencia de
proyecciones de mañana.
Camina
sobre el infortunio de su día sin poder saber si va a llegar la
noche... pero ya está! ya llegó! La noche es su presente y se da
cuenta que el destino cerró su camino, pintando con una brocha
empapada de pintura negra todo lo que podía ver, se resigna
simplemente a sentir, vivir, sin chance de crear lo imposible como
algún día lo pensó, como algún día lo vió.
No
llega lo que no se predice, lo que no se ve. ahora sus planes son
segundos de presente ahogados en cada respiración.
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