jueves, 5 de julio de 2012

El lienzo y el agua


"Blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos..."
Arthur Rimbaud


La imagen de Ofelia es un incesante catalizador para la creación desde la pluralidad del discurso artístico. Poesía, teatro, música, pintura...son esos discursos donde el personaje de Ofelia trasciende en todas sus dimensiones y rebasa los limites de la forma, inventándose en cada posibilidad representativa, desde la obra de Shakespeare o Muller, los colores pre-rafaelitas de Millais, el retrato de Hamilton o en la palabra poética de Rimbaud.
Las dimensiones de Ofelia en Hamlet, profundizan e intensifican una imagen femenina que alcanza poéticamente niveles de creación que se desbordan en el ejercicio de la representación artística ofreciendo múltiples caminos al imaginario del creador. Así, es como la locura se traduce en verdad en ella y el suicidio, muerte que acompaña el desvelar de la razón. La sublimidad de su canto perpetuado por la naturaleza se refugia en el agua con eterna lozanía e inmutable melancolía.
Fantasma efímero que va, se queda, se aferra a la forma reinventándose una vez más. Ofelia retumba en el inconsciente “donde creemos encontrar las verdaderas medidas del ser de una imagen poética”1 que resuena y estimula el ejercicio creativo. Su resonancia rebasa los limites de la imaginación alcanzando diversos espacios y forjando nexos que conectan a la imagen con las vibraciones presentes en el creador, dando así lugar a la obra. Dichas vibraciones comienzan desde la interiorización de las dimensiones que abarcan el imaginario conformado por Ofelia: el amor, la locura, los silencios, las ausencias, la tragedia, el erotismo-deseo y lo fantasmático (Márquez, 2007, 32).
La experimentación es el ejercicio que vuelve tangible a la imagen permitiendo conocer sus magnitudes, es decir, el alcance desde una consciencia individual se torna una idea totalmente subjetiva y se concreta en el discurso (Bachelard, 1993). En los confines del inconsciente, como producto de la experiencia colectiva de nuestro país, una sombra femenina resuena desde la sensibilidad estética y el imaginario artístico. De esta forma, esa sombra se posa frente a nuestros ojos en la figura trazada por el pincel del loco de Macuto.
Juanita, personaje que forma parte de nuestra cultura venezolana, subyace en las artes plásticas desde la imagen expuesta en el lienzo. Su forma se difumina en los diferentes matices de la visión creadora de Reverón, un eros que incesantemente la repite para reinventarla desde cada pincelada. En la obra su figura se define en su forma y a la vez, desaparece con ella. Traslúcida y clara, flota eternamente en el lienzo como un fantasma que se repite de varias maneras pero que que en algún momento, lo recordemos o no, vivió en el Castillete en las costas de la Guaira. La resonancia de Ofelia palpita en la imagen de Juanita, resuena desde lo fantasmático y el erotismo -deseo como resultado subjetivo de la experiencia que da sentido a la convergencia de estas dos imágenes. Aunque ausente en muchos discursos artísticos después de Reverón, Juanita se rescata como un referente posible para el ejercicio de la creación. Realidad y ficción que demanda versos y espacios en los cuales su imagen pueda volver a convertirse en forma.


1Bachelard. Poética del espacio, pág. 7-11

Bibliografía

BACHELARD, G. (1993) Poética del espacio. Bogota: Fondo de Cultural Económica.
MARQUEZ ZERPA, M. (2007). Fantasma y fantasmática en la novela epistolar. Caracas. Comisión de Estudios de Posgrado, Facultad de Humanidades y Educación – UCV.



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