jueves, 5 de julio de 2012

A propósito de "Butterfly boy" de Paul Strand


Lo conseguí un día. Parado frente a mí, me miraba con sus grandes ojos color café. Su piel del mismo color prevalecía entre los contornos de la imagen, que se volvió casi mi propia realidad, durante un segundo.
Las rodillas desnudas mostraban unos pocos rastros de tierra: la inquietud sujeta a la inocencia inaudita de un niño. Su pequeño gorro, junto con la seriedad de su mirada, ensayaban la ecuanimidad de un buen muchacho… pero sus rodillas, sus pequeñas piernas estaban allí para desmentirlo todo.
Detrás de él, el celaje de un vehículo contextualiza: ciudad, civilización, desarrollo, avance... la idea de que todo puede encerrarse dentro de la racionalidad ineludible del vivir entre el tráfico, las calles, las casas, las oficinas.
En una primera impresión, ese pedazo de auto tras la figura del niño parece que está allí como por casualidad, pero en verdad nos recuerda que olvidamos la cotidianidad implacable.
Sin embargo, el pequeño me mira fijamente para centrarme de nuevo en lo que, en un segundo, se ha convertido para mí en lo más importante: él y sus rodillas, que me devuelven a la inocencia del juego. Él y sus brazos que no están, no se ven, se esconden tras el saco que lleva puesto. El viento que aparece, las alas que se elevan, y yo que me angustio ante la idea de que la imagen desaparezca, de que en cualquier momento emprenda vuelo. Pero allí está, no se mueve: su estatismo me tranquiliza. Sus pies se tornan fijos y pesados, su hermoso rostro se dirige, en su plenitud, hacia mí.
La plenitud del momento me hace ansiar quedarme con él, porque me he vuelto partícipe de lo que veo. La imagen ha cobrado vida a través de mi lectura, y yo he podido sentir el viento que sopla su saco incitándolo a que vuele, a que se aleje de mí. Siento cómo su frescura y su fuerza invisible me reclaman desesperadamente que lo deje ir. Yo lo intento, pero sus pequeños pies no se elevan. Él sigue ahí, mirándome desde su mundo. Inevitablemente, inexplicablemente, ya forma parte del mío.

2 comentarios:

  1. Hola Jessica:

    ¿Dónde conseguiste este texto? ¿Cuál es la fuente? ¿De quién es la traducción?

    ¿Lo escribió el propio Paul Strand, de quien acabo de leer que, como fotógrafo, rechazaba las poses?

    Que estés bien.
    Gracias mil por este aporte.

    Saludos desde Alemania

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    1. Hola, lamento responderte tan tarde... Es de mi autoría. Lo realicé para una ponencia sobre Strand, sobre Crítica de Arte...
      Strand no rechazaba las poses, sin embargo su estilo documentalista arraigado en una sensibilidad social y artística lo hacen retratar personas reales en una época tan fuerte como lo fue la Gran Depresión en EEUU.
      Agradecida a los designios que te llevaron a mi blog (o parte de él) y a ti por leerlo.
      Muchos saludos desde Venezuela.
      :)

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